sábado, 26 de septiembre de 2009

Elecciones en puerta


foto: Espacio 4

Regresamos a las campañas. Actualmente en la disputa por Torreón tenemos algunas novedades que no está demás mencionar para este proceso: tiempos más cortos, con 30 días de campaña; el nuevo Cabildo tendrá menos de esas figuras enigmáticas llamadas regidores; una mayor regulación de la publicidad. Ahora no vemos los pendones por cualquier lado, sino expresamente limitados a ciertas áreas, en consecuencia, tendremos menos basura electoral. Bajo estas nuevas reglas, la disputa por Torreón se da un contexto altamente competitivo porque el poder se ha alternado entre el PRI y el PAN desde 1996. El electorado torreonense cambia sus preferencias para apremiar o castigar partidos, candidatos y desempeño. Sin embargo, habría que aclarar que la palabra alternancia en México, y esto es algo decepcionante, no produce rendición de cuentas, pero ese es tema de otro artículo.

Por lo pronto, la historia reciente de esta sui generis “alternancia” se remonta a 1996 cuando el PAN rompió por primera vez, con Jorge Zermeño a la cabeza, el monopolio priista tras una crisis de legitimidad y corrupción en el ayuntamiento lagunero. Para el siguiente proceso en 1999 el PRI recuperó Torreón, y luego el PAN lo volvió a ganar consecutivamente para los periodos de 2002 con Guillermo Anaya y en 2005 con José Ángel Pérez. Ahora los vientos están en contra del PAN que ha sufrido sendas derrotas en los últimos dos procesos, aunado a la mala imagen que el alcalde le deja al candidato de su partido, Jesús de León. Por el contrario, el PRI ha sabido esperar y el candidato Eduardo Olmos ha trabajado desde hace años con las bases electorales en la ciudad.



De esta manera, la oferta política ya está en las calles. Por parte de Olmos leemos el atractivo lema “Rescatemos Torreón”, mientras que de León se presenta miméticamente con el gobierno estatal como “Cerca de la Gente”. Ambos publicaron sus propuestas de campaña el pasado 15 de septiembre, mismas que se encuentran en las páginas web de los candidatos. En una vista somera de las propuestas, los dos candidatos identifican cinco ejes de campaña para los temas de economía, desarrollo social, obra pública, seguridad y agua. Ahí se encuentran algunos qué y cómos que bien vale compararlos para constatar varias coincidencias. Al respecto les recomiendo ver las páginas web de los candidatos: laloolmos.com y chuydeleon.com.mx. En el caso del programa propuesto por Olmos se presenta un documento amplio y desglosado de la oferta política. Con de León, se delinean de manera breve las propuestas.

Hasta aquí me limitado a hablar de dos partidos porque esta contienda se resuelve en dos: Eduardo Olmos y Chuy de León. ¿Pero qué sentido tiene competir desde los partidos minoritarios? ¿Para qué hacer campaña desde el PRD si la elección anterior alcanzó sólo 4 566 votos? A simple vista no tiene sentido, pero creo que hay algo que bien puede aprovechar el candidato de una minoría como el PRD. El Dr. Manuel Velazco, candidato de ese partido, carece de una base relevante de votos, pero lo que sí puede lograr con su participación, es empujar un diálogo público, una discusión, una crítica y sobre todo, el reposicionamiento de los viejos problemas de la Comarca. Por ejemplo, la más visible propuesta del PRD trata sobre el agua y el grave problema del arsénico. Una propuesta inteligente y realista puede hacer eco en los candidatos con posibilidades de ganar, pero al mismo tiempo puede servir para recordarles a los laguneros la peligrosa calidad del agua. Sin embargo, no basta con desear agua limpia, porque sólo sería deseo y buenas intenciones, de las cuales está lleno el infierno. El éxito de la política está en reconocer lo deseable de lo posible, es decir, una dosis de realismo se agradece, sobre en los tiempos de crisis que vivimos.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Economía presidencia II


¿En qué se va el dinero público? ¿Por qué no le alcanza al gobierno? Mejor decirlo en pocas palabras: así como están las cosas, y dada la tendencia histórica del gasto público, el gobierno generoso, Ogro filantrópico lo llamó Paz, nos lleva 3 pesos con un costo de 9. Esta situación no tiene lógica, racionalidad ni futuro como refleja la gráfica de Reforma (21, IX, 09) con datos de la Secretaría de Hacienda. Como dice un sabio dicho: nos sale más caro el caldo que las albóndigas.

sábado, 19 de septiembre de 2009

¿Qué celebramos?



Como cada año, las fiestas patrias mueven a un rancio nacionalismo o en el mejor de los casos, a festejos sin sentido, pero con mucha alharaca. Herencia todavía de los regímenes oficiales, la historia que mueve a estos festejos no ayuda a echar luz a nuestro extraviado presente. Más bien lo distorsiona. Ahí, los sucesos históricos se mezclan con el mito y la irrealidad de un pasado “glorioso”. De esa manera arrancaron por estos días los festejos del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución. No importa que no se sepa con claridad lo qué se festeja, sino el “patriotismo” del aniversario. Uno de nuestros grandes historiadores, Jean Meyer, escribió a propósito de las celebraciones: “En lugar de intoxicarnos con un pasado machacado y rumiado hasta la indigestión, un pasado que proyecta una densa sombra sobre el presente y el futuro, la conmemoración de 1810, como la de 1910, debe propiciar una verdadera toma de conciencia histórica que permita una auténtica catarsis, una liberación”. Por ejemplo, no hay que omitir que del “Grito de Dolores” se pasó a la carnicería de Granaditas, la cual por cierto, hace palidecer a la ola de violencia desatada en estos tiempos. En un texto provocador publicado en Reforma (28-VI-09), Gabriel Zaid lo cuestionó así: “El 16 de septiembre de 1810 y el 20 de noviembre de 1910 no son fechas gloriosas. Interrumpieron, en vez de acelerar, la construcción del país. Destruyeron muchas cosas valiosas. Causaron muertes injustificables. Lo que los indios, mestizos y criollos habían venido construyendo después del desastre de la Conquista alcanzó un nivel sorprendente en el siglo XVIII, que se perdió con los desastres de la Independencia y la Revolución.

México no empezó hace 200 años. Los verdaderos Padres de la Patria no son los asesinos que enaltece la historia oficial, sino la multitud de mexicanos valiosos que han ido construyendo el país en la vida cotidiana, laboriosa, constructiva y llena de pequeños triunfos creadores”.
En el fondo ¿qué celebramos? ¿Cuál es el sentido de la oda fúnebre del Bicentenario y Centenario? ¿Qué sentido tiene un festejo que ahora se disputan los políticos? En realidad, detrás de la fiesta se oculta el fracaso histórico, el subdesarrollo.

Con el país sumido en una crisis económica y el desempleo a la alza, con el lastre durísimo de la pobreza, con las crisis de seguridad y el problema del narcotráfico, con el país formado por inmensas generaciones de maestros y alumnos reprobados. Como si no fuera poco, se suma un gobierno que quiere más dinero sin rendir cuentas, sin ser eficaz.
Tras el recuento histórico la cosecha levantada es pobre, insuficiente y decepcionante. La ventaja de un territorio rico en recursos naturales, se desvaneció en una profunda desigualdad mostrada por Alexander von Humboldt en los años previos a las guerras de Independencia.

Cien años después, durante el porfiriato las cosas no cambiaron mucho, pues la desigualdad y el atraso seguían ahí, no obstante los esfuerzos por iniciar la industrialización del país. A la vuelta de cien años más, vinieron otras revueltas y revoluciones que terminaron con la clase gobernante, Porfirio Díaz en el exilio y alrededor de un millón de muertos, pero los añejos problemas nacionales permanecieron. En nuestro presente, varios de esos problemas, como la inequidad y la pobreza aumentaron geométricamente. Otros como la corrupción, se expandieron en las instituciones como cáncer. El balance es negativo, por lo mismo es contradictorio el “festejo” a luz de nuestro pasado. Porque en el presente no hay muchas alternativas razonables, avances importantes. Octavio Paz, a quien debemos recurrir por estos días, escribió con razón que “la Revolución mexicana nos hizo salir de nosotros mismos y nos puso frente a la Historia, planteándonos la necesidad de inventar nuestro futuro y nuestras instituciones. La Revolución ha muerto sin resolver nuestras contradicciones”.

No sabemos si estamos en una de esas ironías que se reconocen después en la historia. Así, para 1910 se vivía con júbilo la celebración del Centenario de la Independencia organizado por el gobierno de Díaz, sin sospechar que detrás de la fiesta, estaba una revuelta armada que interrumpió abruptamente la conmemoración. Ahora México necesita una revolución auténtica, desde luego no armada ni violenta, sino una revolución ciudadana que retome desde abajo la dignidad de la política y al mismo tiempo encauce el rumbo del país para salir del atraso. Porque de la manera cómo vamos, con esta clase política al mando y una ciudadanía dormida, tenemos asegurado el progreso improductivo para un futuro inviable.

19 de oct 2009
El Siglo de Torreón

sábado, 12 de septiembre de 2009

Dinero sin responsabilidad



Vaya forma de aproximarnos a la celebración del Bicentenario: en plena crisis, nuestro gobierno quiere más dinero. Eso sí, sin rendir cuentas claras ni resultados razonables. Después del Informe, el presidente Felipe Calderón, anunció un ambicioso decálogo para hacer, ahora sí, los cambios profundos que requiere el país. Sin embargo, la propuesta que conocimos esta semana sobre el presupuesto y el paquete fiscal para aumentar impuestos nos dice lo contrario. Lejos de atreverse a una auténtica y necesaria reforma fiscal, propone un paliativo en vez de ir a la raíz. El gobierno, ahora emplazado por las circunstancias de una baja en los ingresos petroleros, nos pide que hagamos un sacrificio que él mismo no está dispuesto a hacer.

Los ajustes anunciados, un recorte de Secretarías por 11 mil millones, no compensa el desequilibrio fiscal de un Estado irracional que gastó a ritmos descomunales. En los últimos siete años, los extraordinarios excedentes del petróleo, se desperdiciaron: 73% se fue a gasto corriente, 13% a inversión financiera y sólo 14% a inversión física. Como ha expresado recientemente Arturo González de Aragón, auditor de la federación, “Así no podemos aspirar a constituir proyectos productivos, a reconstituir las cadenas que requerimos para la creación de la inversión, del empleo y de todas las necesidades que tenemos del País, de manera que nos hemos equivocado terriblemente con todos estos ingresos adicionales que hemos tenido". Y esto mismo es lo que confirmó el estudio del Senado, “Comparativo de Plazas Asignadas en la Administración Pública Federal 2004-2009”, donde se demostró que la burocracia aumentó generosa e improductivamente.

A la inversa de lo que hizo Brasil con el petróleo y Chile con el cobre; generar riqueza y distribuir los ingresos a través de inversiones productivas, en México se dilapidaron los recursos. No nos extrañemos que mientras nosotros caímos hasta un 10% en el PIB, esos dos países latinoamericanos sólo restarán 1 punto porcentual.
Por lo pronto, la iniciativa enviada a la Cámara de diputados, justifica una nueva contribución para combatir la pobreza. Pero hagamos un poco de memoria con la última evaluación del Coneval, donde se concluyó que el número de pobres en México aumentó a más de 4 millones. La justificación del impuesto anunciado en la semana, invoca la Constitución para asumir un deber del Estado, pero ese mismo Estado incumple magníficamente con una de sus principales funciones: la seguridad.
¿Por qué tendríamos que confiar en el nuevo ajuste? ¿Ahora sí se administrarán los dineros públicos con eficiencia? ¿Qué garantía tenemos de que los nuevos impuestos serán empleados con racionalidad y sobre todo responsabilidad? La primera muestra del “compromiso” por los pobres se plasmó en la propuesta del presupuesto donde se incluyen incrementos millonarios para diversas entidades públicas como la Suprema Corte de Justicia, el IFE y el Senado. ¿No se trataba de ahorrar y ajustarse el cinturón?

Por otro lado, con qué autoridad exige el gobierno federal un sacrificio, si los diputados son los primeros en no pagar impuestos por medio del generoso presupuesto que les reintegra sus obligaciones tributarias.
México es unos de los países latinoamericanos que menos recauda vía impuestos, pero también es uno de los más inequitativos en función de gravar a unos cuantos y dejar a muchos en la informalidad. Está claro que de esa relación no se puede esperar mucho, pero también el gobierno carece de credibilidad para exigir mayor recaudación.

Hay mucho de contradictorio en todo esto. A penas la semana pasada el presidente hacía un llamado a la reforma y competencia en el campo de las telecomunicaciones. México se encuentra como uno de los países de la OCDE con servicios de internet más caros y lentos. A esto hay que sumar además del pernicioso monopolio telefónico, el poderoso duopolio televisivo. Para profundizar más esa brecha, ahora se propone establecer un impuesto de 4% a los servicios de telecomunicaciones e Internet.

Gerardo Esquivel, uno de los economistas mexicanos más importantes, escribió: “pretender enfrentar la crisis económica con una reducción en el gasto público y con un aumento en los impuestos, es ir en contra del sentido económico común e ir en contra de lo que se está haciendo en otras partes en el mundo, en donde lo que se está planteando son aumentos en el gasto público, reducciones en los impuestos y una ampliación en los déficits fiscales. El resultado de una medida como la que se ha propuesto sería, sin duda, profundizar la crisis económica en la que ya estamos, lo que equivale a tratar de apagar el fuego arrojándole gasolina”. A todo esto, ¿cuándo como sociedad les vamos exigir cuentas?

jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Qué tan violento es México?




¿Qué tan violento es México? ¿Es más o menos violento hoy que hace 10, 20 o 50 años? Se pregunta Fernando Escalante Gonzalbo en ele reciente número de la revista Nexos. No falta información, recuerda el sociólogo en un adelanto de su próximo libro.




Para descocierto del sentido común, el estudio muestra que la violencia ha bajado en el país desde 1990 a 2007, y que en los últimos años, los llamados de la "guerra contra el narco" se ha concentrado en seis estados. Quizá, como lo sugiere el propio Escalante, aumentó la espectacularidad que ha terminado por inundar los medios. Aún así, "la violencia es sólo un corolario de esa fragilidad institucional".

sábado, 5 de septiembre de 2009

La hora de cambiar


Decidido, claro y por momentos notablemente enfático, el tercer Informe del Presidente Felipe Calderón, fue quizá, el discurso más brillante que haya pronunciado como mandatario. Repasó las crisis recientes que han impactado el país, convocó a la unidad, hizo autocrítica, y más aún, propuso un decálogo para generar un cambio profundo. Reconoció que “lo logrado es claramente insuficiente”, y que a este ritmo “tomaría muchos años o quizá décadas el poder vislumbrar en hechos concretos el México que queremos”.

Con el tiempo en contra, pues ya se fue la mitad del sexenio, Calderón sabe que de seguir igual, los resultados serán pobres y no alcanzarán en el presente. En este sentido, el Informe fue una gran convocatoria a realizar los cambios que requiere el país. Al mismo tiempo, sabe que es un gobernante débil con una mayoría priísta en contra, y por lo tanto, ya no tiene qué perder porque ya lo perdió en la pasada elección. Pero si Calderón quiere hacer de su discurso algo más que una pieza destacable, tiene que dar un golpe de timón, cambiar radicalmente, porque el gradualismo al que le apostó, no ha resultado relevante.

Falta más, y por eso propuso un decálogo de reformas. Las sintetizó así: Combate a la pobreza, Cobertura Universal de Salud, Educación de Calidad, Austeridad y Finanzas Públicas; Reforma Económica, Reforma en Telecomunicación, Reforma Laboral, Reforma regulatoria de fondo, Combate al crimen y Reforma Política.

Pero veamos algunos puntos, a fin de distinguir la factibilidad del llamado. Propuso alcanzar una educación de calidad para cambiar de fondo a México y superar el marasmo de intereses. No obstante, en la propuesta nunca mencionó qué va hacer con la maestra Elba Esther y su notable aportación al subdesarrollo educativo. ¿Dará un golpe de timón o simplemente continuará tomándose la foto como hace unos días lo hizo?

Propuso también una reforma al sector de las telecomunicaciones para generar una “verdadera competencia” y precios accesibles. ¿Se enfrentará ahora sí al duopolio televisivo que lo mismo extorsiona y chantajea al gobierno para lograr más ventajas? ¿Ahora si les va cobrar la reconversión que en otros países han pagado las televisoras?
¿Cómo generar competencia con un Carlos Slim? Hace unos días, el gobierno de Colombia, a través de su ministra de Comunicaciones, obligó a la empresa del poderoso mexicano, reducir las tarifas en casi un 50%, a fin de generar competencia en los mercados y favorecer así a los consumidores. ¿Hará efectivas las recomendaciones puntuales de la Cofetel y la OCDE?

Ahora que se discute subir los impuestos para compensar las pérdidas del gobierno federal, Calderón propuso hacer una reforma profunda a las finanzas públicas para racionalizar el gasto y “hacer más con menos”. Tiene razón Sergio Sarmiento, quien escribió hace unos días: “¿Para qué quiere más dinero el gobierno? Para mantener el gasto del IFE, los partidos, los diputados, los senadores y la clase política, para continuar programas de gasto social que no han logrado reducir la pobreza pero sí crear burocracias, para aumentar el gasto policial que no ha disminuido la inseguridad pero sí incrementado el consumo de drogas, para mantener los costosos monopolios del gobierno”.

A Calderón le queda poco tiempo y por eso anuncia que es la hora de cambiar, de cambiar a fondo y romper las inercias, aún y “con todos los riegos y costos que eso implica”. Un cambio profundo no depende solamente del Presidente, como bien lo recordó en el Informe. La responsabilidad recae también en otros actores políticos, incluyendo los ciudadanos. Pero en este caso, un Presidente puede ayudar mucho a construir esas condiciones deseables. Si en los años que le restan a su gobierno, Calderón no logra concretar algunos de estos puntos, estaremos sólo ante un discurso brillante. Lleno de buenas intenciones.